Los nanorobots harán de todo, desde construir barcos hasta producir comida, además de más nanorobots. La cuestión está en cómo hacerlos parar a tiempo.
A simple vista, la idea parece sencillamente ridícula: una tecnología con la versatilidad suficiente para combatir enfermedades, retardar el envejecimiento, eliminar los desechos tóxicos, aumentar el suministro de alimentos del mundo y además construir carreteras, automóviles y rascacielos. Sin embargo, según los defensores de la nanotecnología todo esto será posible, quizá incluso antes de que haya pasado la primera mitad del siglo.
Aunque parezca una locura, la noción de una nanotecnología es parte integral de la ciencia ortodoxa; de hecho existen laboratorios de investigación nanotecnológica en todo el mundo. En enero pasado, el presidente Clinton incluso declaró una Iniciativa Nacional de Nanotecnología, prometiendo un presupuesto de 500 millones de dólares para el programa.
La nanotecnología tiene un linaje científico intachable. Desde 1959, Richard Feynman, quizá el físico teórico más brillante desde Einstein, predijo en una conferencia que un día sería posible construir máquinas tan diminutas que estarían formadas de sólo unos pocos miles de átomos.
¿Para qué servirían esas máquinas? Para construir las cosas más diminutas imaginables, usando moléculas e incluso átomos en lugar de ladrillos. Esto, a su vez, ofrecería la posibilidad de construir prácticamente cualquier cosa: la modificación y el reordenamiento de las moléculas es, en última instancia, la esencia de la química y la biología, y la producción industrial consiste simplemente en tomar enormes grupos de moléculas y transformarlas en objetos útiles.
En realidad, cada célula es un ejemplo viviente de la nanotecnología: no sólo convierte combustible en energía, sino que además fabrica y segrega proteínas y enzimas según el software codificado en su ADN. Pero la biotecnología está limitada por las tareas que las células ya saben hacer. Los visionarios de la nanotecnología tienen ideas mucho más ambiciosas. Imagine una nanomáquina capaz de transformar un trozo de carbono, átomo por átomo, en un diamante perfecto, o un dispositivo que circulara por el torrente sanguíneo humano y que pudiera detectar depósitos de colesterol en los vasos y disolverlos. O un artefacto que convirtiera la hierba en pan. Todos los objetos del mundo, desde las computadoras al queso, están formados por moléculas, y, en principio, una nanomáquina podría construir cualquiera de ellos.
Ir de la teoría a la práctica no será fácil, por supuesto, pero la nanomecánica ya ha demostrado que es posible usar herramientas como el microscopio de barrido electrónico para mover átomo por átomo y formar disposiciones que no existen en la naturaleza, como un mapa del mundo a una escala de uno sobre diez mil millones, y una guitarra submicroscópica que realmente suena y cuyas cuerdas tienen un grosor de apenas 50 nanómetros (un nanómetro es una mil millonésima de metro).
Dentro de 25 años, los nanotecnólogos podrán ir más allá de estas meras curiosidades científicas y crear nanomáquinas de funcionamiento real, dotadas de minúsculos "dedos" capaces de manipular moléculas y minúsculos cerebros electrónicos que les dirán cómo hacer las cosas y dónde encontrar la materia prima necesaria. Equipado con el software apropiado y la destreza suficiente, un nanorobot, o nanobot, podría construir casi cualquier cosa.
Incluso copias de sí mismo. Los nanotecnólogos quieren diseñar nanorobots que puedan hacer dos cosas: realizar sus tareas básicas y construir réplicas de sí mismos. Si el primer nanobot hace dos copias de sí mismo, y esos dos hacen dos copias más cada uno, en cualquier momento tendríamos un billón de nanobots, cada uno funcionando de manera independiente para realizar una billonésima parte de la tarea.
Pero una nube negra se cierne sobre este mundo color de rosa: ¿Qué sucedería si los nanobots olvidaran dejar de copiarse? Sin alguna señal de detención incorporada, el potencial para el desastre sería incalculable. Un nanobot de reproducción rápida que circulara dentro del cuerpo humano podría propagarse con más rapidez que el cáncer, invadiendo los tejidos normales. Un nanobot irresponsable que fabricara alimentos podría convertir la biosfera en una bola de queso inmensa.
Los nanotecnológos no descartan este peligro, pero creen que pueden solventarlo programando, por ejemplo, el software de un nanobot para que se autodestruya después de un determinado número de generaciones. También están pensando en diseñar nanobots que funcionen solamente en determinadas condiciones como, por ejemplo, en la presencia de una alta concentración de químicos tóxicos o dentro de un estrecho rango de temperatura y humedad.
Pero nada de esto serviría de nada si alguien decidiera crear un arma nanotecnológica, una dantesca posibilidad que, en comparación, haría que los virus actuales de las computadoras fueran un juego de niños. Ciertamente algunos críticos sostienen que los peligros potenciales de la nanotecnología son mucho mayores que sus beneficios. Sin embargo, y dado que sus beneficios pueden ser enormemente mayores que los de la computación o la medicina genética, la nanotecnología podría convertirse en la tecnología dominante del próximo siglo.
MICHAEL D. LEMONICK
Para saber mas (en Ingles):
http://www.wisegeek.com/what-are-nanorobots.htm
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