Parece una escena sacada de un bar. El macho atractivo 
llega acompañado de un grupo de amigos con los que la naturaleza no ha 
sido tan generosa, al menos desde un punto de vista estético, con lo que
 consigue captar para él solo la atención de las hembras presentes. Sin 
embargo, la escena no sucede en un bar, sino en una pecera. Los pececillos de acuario prefieren reunise con sus colegas menos atractivos para «brillar» ante sus posibles parejas y tener más oportunidades de no pasar «la noche» solo. 
Los investigadores de la Universidad de Padua señalan que 
los peces machos eligen activamente un contexto social que les es más 
favorable para la conquista amorosa. En otras palabras, «si estás 
rodeado de amigos feos, pareces más guapo», explica la autora principal 
del artículo, Clelia Gasparini. 
El equipo observó a un grupo de peces en un acuario. En 
cada extremo había una hembra. La «soltera» número 1 tenía dos machos 
atractivos con colores brillantes situados a ambos lados. La número 2 
estaba acompañada de dos machos más feos y descoloridos. 
Cuando un nuevo macho era puesto en el centro del tanque, 
prefería acercarse a la hembra número 2, rodeada de machos feos. Los 
machos pasaban el 62% de su tiempo dando vueltas en su lado del acuario.
 
Clooney o Mr. Bean
Es más, los investigadores encontraron que el tiempo que 
pasaban los peces alrededor de la soltera número 2 estaba relacionado 
con su falta de atractivo. Cuanto más feo era el pez, resultaba menos probable que se acercara a los guaperas que acechaban a la primera hembra. 
Como se podría argumentar que los pececillos evitaban a sus
 colegas de vivos colores porque son más agresivos, o porque los 
depredadores tenían más probabilidades de detectarlos, el experimento se
 repitió sin hembras, y resultó igual. «Si te acompaña alguien más guapo
 que tú, tienes menos posibilidades de ser elegido. Si quieres 
impresionar a alguien, ¿crees que te verá más atractivo en comparación 
con Mr. Bean o con George Clooney?», bromea la investigadora. La 
comparación entre los pececillos y los seres humanos es difícil de 
resistir, pero, para bien o para mal, las citas humanas están llenas de 
sutilezas mucho más difíciles de medir. 
La investigación aparece publicada en la revista Proceedings of the Royal Society B. 

 
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