Por Javier Armentia
Hoy mismo 12 de febrero se cumplen 192 años del nacimiento de Charles Darwin. Desde hace unos diez años, ese día es, para diversas instituciones que promueven la ciencia y el pensamiento crítico, el "día de Darwin". Idea nacida en los EEUU y popularizada por Internet (www.darwinday.org), la fiesta tiene mucho de reivindicación del progreso humano y la ciencia, más que de homenaje al científico que cambió la forma en que vemos el fenómeno de la vida. Lo cierto es que en los últimos años Darwin y la evolución son el frente de lucha de los partidarios de la ciencia, por un lado, y la derecha tradicionalista, principalmente cristiana evangelista.
En diferentes estados norteamericanos, como Kansas, Alabama o Georgia, la biología científica, la evolucionista, se tiene que explicar en los colegios como una teoría en igualdad de condiciones que las explicaciones de la Biblia: el llamado "creacionismo".
Pero, ¿hay una divergencia en el plano científico que justifique estas políticas? Lo que se suele seguir llamando "teoría de la evolución" es el único marco teórico científico en el que se pueden entender los descubrimientos en biología (tanto zoología como botánica, pero también biología molecular, genética, o biología evolutiva), en paleontología o antropología. Aunque el "juicio del mono", en el que resultó condenado John Tomas Scopes, un profesor en Tennesee que enseñaba la evolución, fue en 1925, la situación parece repetirse y retrotraerse a la primera controversia que las ideas de Darwin y Wallace generaron en la Inglaterra victoriana del XIX.
La evolución es no solamente una teoría, sino un hecho suficientemente demostrado en la naturaleza y en el laboratorio. Tan demostrado como que la Tierra tiene unos 4.500 millones de años de edad, que la vida nació en ella hace más de 3.600 millones de años y que los organismos pluricelulares tienen más de 800 millones de años de antigüedad.
Como teoría, parte del darvinismo, de la idea de la selección natural como fuerza que moldea el cambio de las especies. La biología molecular permitió establecer el mecanismo de acción de la evolución, cómo operan los genes, sus expresiones (el fenotipo) y las poblaciones. Desde la publicación de "El origen de las especies", en 1859, las teorías evolutivas han ido evolucionando "valga la redundancia- para proporcionar la llamada Síntesis Moderna, en la que se desarrollan las ciencias biológicas. Quienes se oponen a su enseñanza suelen contraponer el llamado "creacionismo científico" que en esencia significa que el texto de la Biblia cristiana es una verdad científica, un recuento exacto de hechos reales que sucedieron.
No es realmente ciencia, como hacía notar el paleontólogo Stephen Jay Gould: "puedo imaginar observaciones y experimentos para comprobar si es falsa cualquier teoría evolucionista que conozca, pero no sé qué datos potenciales podrían conducir a los creacionistas a abandonar sus creencias". Por ejemplo, muchos cristianos fundamentalistas creen que el Universo fue creado el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo. Hay evidencias, en los registros fósiles de la Tierra, que tienen mucha más edad que el Universo.
Pero un creacionista dirá entonces que Dios creó esos fósiles en el 4004 con la apariencia de que fueran anteriores. Otros creacionistas propondrán que los métodos de datación son incorrectos, o que los estratos no pueden contar la historia de la vida. Dentro de los ataques, algunos llegan a presentar huellas (como las del río Paluxy, en Texas, EEUU) en las que parecen cohabitar humanos modernos y dinosaurios. A pesar de que ningún paleontólogo serio cree que tales huellas correspondan a pies o manos humanos (o que aparezcan hasta herramientas fosilizadas, como el martillo de London, Texas), los creacionistas siguen aireando esto como prueba de que la evolución miente. Por el contrario, cada día se están publicando estudios que confirman diferentes aspectos de las teorías evolutivas: esta semana, por ejemplo, se ha presentado en la Universidad de California en San Diego el caso de un pájaro cantor asiático, el Phylloscopus trochiloides, que muestra el mecanismo de diferenciación de especies en acción a lo largo de Asia: el canto de estos pájaros varía según las zonas en donde habitan, llegándose a hacer ininteligible entre diferentes poblaciones, lo que impide que sean interfértiles. Las pequeñas variaciones genéticas conducen a la especiación, como predicen las teorías científicas que, sin embargo, y por razones políticas, son atacadas por la mayoría moral estadounidense.
Porque, conviene recordarlo, religión y política se dan la mano en este resurgir del fundamentalismo religioso, una práctica que está siendo ya exportada a otros países, especialmente en Sudamérica. Creacionismo en Europa La controversia entre evolucionismo y creacionismo ha tenido mucha menor fuerza en Europa. Por un lado, la Europa luterana ha permitido un análisis personal de las escrituras bíblicas que siempre ha favorecido que las ideas científicas se fueran incorporando al pensamiento sin contratiempos, dentro de un esquema más liberal que los protestantes "evangélicos", más partidarios de una lectura literal de los textos sagrados. Por otro, en la Europa de la contrarreforma, desde la incorporación de las teorías evolutivas dentro de la teología católica (se podría marcar el Concilio Vaticano II como época de la transformación completa, aunque el primer Papa en aceptar abiertamente la evolución ha sido Juan Pablo II), los católicos admiten la evolución como el mecanismo válido para explicar la evolución de la vida, manteniendo ciertos "momentos de intervención divina" necesarios según ellos para justificar la aparición de la vida en nuestro planeta o el origen del hombre (con alma inmortal). En promedio, sólo un 13% de los europeos cree que el hombre ha sido creado directamente por Dios, frente a un 87% que opina que "viene del mono" (según las encuestas del Proyecto Planeta de las Naciones Unidas).
Sin embargo existen entidades católicas como el CESHE (Cercle Scientifique et Historique) nacido en torno a Fernand Crombete a mediados de los 60, que defienden literalidades bíblicas como el diluvio, frente a la evolución, que siguen teniendo acogida en algunas universidades católicas europeas. En nuestro país, según comenta el doctor Eustoquio Molina, paleontólogo de la Universidad de Zaragoza, "existen dos tipos de creacionistas radicales que se oponen parcial o totalmente a la evolución: por una parte, los que profesan un creacionismo conciliador que pretende integrar los datos científicos con la narración bíblica [...]; y por otra parte, los que creen en un creacionismo literalista, consecuencia del proselitismo de los fundamentalistas norteamericanos".
Para saber mas: http://www.actionbioscience.org/esp/evolution/nhmag.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario